Las capacidades docentes del Simce

Publicado el 4 de septiembre de 2017

Desde la mirada del profesor, esta evaluación implica beneficios y desafíos, pues pretende ser una importante herramienta para las estrategias de aprendizaje y desarrollo de habilidades. En consecuencia, el papel que cumplen los educadores en torno a la medición es primordial.

Durante octubre y noviembre próximos, alumnos de cuarto y octavo básico, junto a estudiantes de segundo medio, rendirán la prueba Simce 2017. En 2016, 657 mil 490 estudiantes fueron evaluados y en el análisis de los resultados se vio que en educación básica existe un avance en cada una de las pruebas, pero en enseñanza media hay una drástica caída en Lenguaje, además de bajo rendimiento en Ciencias, según lo informado por la Agencia de la Calidad de la Educación.

La prueba se creó para medir el aprendizaje de contenidos y habilidades del currículo vigente en diferentes asignaturas y áreas, se aplica a todos los estudiantes de Chile en determinados niveles e incluye cuestionarios de calidad y contexto para los alumnos, profesores y apoderados, preguntas que recogen información del entorno escolar y familiar de los escolares para contextualizar los resultados obtenidos en las diferentes mediciones. Con este sistema se pretende mejorar la calidad y equidad de la educación, aportando información clave que sirva en la reflexión de la comunidad, identificando desafíos y fortalezas.

El rol de la prueba Simce, como sistema para orientar al profesor en resultados de aprendizaje, es una excelente medición a juicio de Cecilia Espínola, profesora y Magíster en Educación Mención Currículo y Evaluación Educativa de Universidad de Las Américas. La especialista especifica que entrega importante información de los niveles de logro alcanzados por los estudiantes evaluados, teniendo como referente los estándares de aprendizaje de cada eje por asignatura, esto, de acuerdo con el curso examinado, lo cual va a orientar al profesor hacia dónde debe dirigir su trabajo, con el foco puesto en el desarrollo de habilidades. Ejemplo de esto es lo ocurrido en Lenguaje, área donde –según la última prueba Simce– se pudo apreciar que bajó el promedio general en la década y que existe una fuerte caída en los resultados de los grupos socioeconómicos alto y medio alto, dato que afecta con mayor fuerza a los hombres. Con registros como estos, tal como ocurre con todas las evaluaciones, “la prueba Simce debe ser para el profesor el centro de una real reflexión del desempeño profesional, contemplando qué variaciones debe incorporar en sus prácticas para lograr que los alumnos adquieran los conocimientos y desarrollen las habilidades estipuladas en el currículum nacional de acuerdo al nivel”, dice Cecilia Espínola.

Hay más beneficios en este sistema de evaluación. “Principalmente, la mirada externa, una imagen de la realidad en la cual se encuentran los estudiantes y a partir de la cual es posible tomar decisiones y aplicar medidas en todas aquellas habilidades y contenidos descendidos. Por ejemplo, desde la asignatura Lenguaje y Comunicación, la problemática país relacionada con los bajos niveles de logro en comprensión de lectura, donde la solución, desde mi opinión personal, está en manos de posicionar a profesores expertos en lectoescritura desde la pre básica hasta segundo básico, los cuales, bajo el actual enfoque comunicativo, deben desarrollar esta habilidad en conjunto con la comprensión lectora, aplicando las diversas estrategias que, como expertos o expertas, deben manejar a la perfección. Este es el punto de inicio, pues a partir de una buena base los alumnos pueden construir aprendizajes en forma permanente”, explica la profesora.

Desafíos

Por supuesto, la prueba Simce también es un sistema perfectible. Omar Cajigal, profesor de Matemática y director de ciclo en Colegio Trebulco, destaca que la prueba es de gran utilidad, clara en procedimientos y entrega de resultados, pero –como ejemplo de falencia– menciona la liviandad que, desde su perspectiva, tiene el examen en el área numérica. “La evaluación del Simce resulta bastante básica en cuanto a la profundidad de las preguntas, por lo tanto, en la práctica no orienta realmente”, afirma el educador. El docente agrega que es necesario ir más allá, puntualmente, fomentar el análisis.

En opinión del docente, sería apropiado que el Simce entregara resultados también por alumno y no únicamente por cursos, como sucede actualmente. Con el sistema vigente se evita cualquier tipo de estigmatización de estudiantes, pero los encargados de revisar los informes son profesionales que no deben caer en errores como ese. “Los profesores y quienes tenemos acceso a los resultados de esta evaluación somos profesionales, por lo que no tendría que sentir temor en desarrollar la evaluación con resultados por alumno, ya que un profesor jamás debiera estigmatizar a un estudiante. Conocer los resultados, alumno por alumno, significa entregar mejores herramientas aún”, afirma Omar Cajigal.

Otro problema, comenta Cecilia Espínola, es que existe en la memoria colectiva de la población el mito de que esta evaluación solo mide conocimientos. Por otro lado, se piensa que los establecimientos que obtienen buenos resultados son aquellos que adiestran a sus estudiantes trabajando para el Simce: “Lo anterior es producto del desconocimiento de la evolución permanente que tiene esta medición, la cual se vincula con los ajustes que ha tenido nuestra educación, cuyo actual enfoque está centrado en el desarrollo de habilidades de las personas, a través de cada una de las asignaturas, y que cada instrumento se refleja en la forma en que se formulan las preguntas, siempre contextualizadas, cuya complejidad radica en el nivel taxonómico en que se encuentre la habilidad que está midiendo: bajo, medio o superior. Respondiendo al por qué se ha generado esta problemática, lo atribuyo principalmente a la incorrecta utilización, por un lado, sancionadora hacia los profesores responsables de los cursos que están siendo evaluados, cuyos resultados no están dentro de lo esperado, y por otro, la clasificación que se hace a los colegios, donde el público general no revisa los resultados bajo el contexto total, es decir, social, económico y cultural, factores influyentes en los aprendizajes de los estudiantes, lo que termina siendo también una sanción para los establecimientos”.

¿Cómo afrontar la evaluación de los estudiantes? Se debe enfrentar como propia, dice Cecilia Espínola: “Si mis alumnos son bien evaluados, esto refleja que tanto los métodos como las estrategias que se están utilizando son las correctas, que se debe continuar por ese camino, siempre aspirando a mejorar las prácticas. En el caso contrario, si los alumnos son mal evaluados, debe haber una revisión exhaustiva de todos sus procesos y solicitar asesoría, de ser necesario, ya que algo está fallando con las estrategias y métodos que está utilizando, y esto debe cambiar urgentemente”.

A partir de los resultados, es importante ponerse a trabajar y hacerlo en forma transversal, sugiere Omar Cajigal. En el colegio donde ejerce, el profesor lo hace por departamento o asignatura, analizando la evolución del aprendizaje a través del tiempo, gracias a la reunión con docentes del área, al menos dos veces al año. La fórmula es integrar a los maestros de todos los ciclos, desde preescolar hasta cuarto medio. “Se necesita convocar a los profesores de los diferentes ciclos para trabajar la continuidad”, afirma el educador.

Comparaciones

Es una de las posibilidades que entrega la prueba Simce. Lejos de ser un aspecto negativo, debiera verse como un beneficio de la medición, al emplearse como sistema para advertir las falencias del colegio, liceo o escuela, fallas que pueden ubicarlo por debajo de los registros de instituciones con características similares.

Sin embargo, en la comparación, resulta inevitable que surja presión para los docentes, especialmente, entre los profesores de los cursos que rinden el examen. Lo cierto es que es una instancia que se debe enfrentar con naturalidad, opina Omar Cajigal. Si se han hecho las cosas como se han determinado de antemano, si se ha llevado a la práctica la metodología discutida, el educador debe enfrentar el proceso con interés, pero sin estrés, aconseja.

“La presión del colegio respecto de las obtenciones de buenos resultados se debe enfrentar en forma profesional y responsable, comprendiendo también al establecimiento y lo que significa estar bajo la mira de toda la comunidad y del sistema educacional”, agrega Cecilia Espínola.

Se trata, además, de olvidar la idea de que a partir de la prueba se genera un ranking de colegios. “Los profesores, más que enfocarse en eso, deben comprender los distintos resultados que entrega esta medición, para luego direccionar el análisis en el trazado correcto, que es el desarrollo de las habilidades de los estudiantes. La comparación de resultados debe efectuarse hacia el interior del establecimiento, haciendo un seguimiento en función del mismo grupo evaluado, sus resultados en cada uno de los niveles y la evolución de estos”, concluye la profesora.

No se debe olvidar que la prueba se creó para medir el aprendizaje de contenidos y habilidades del currículo vigente en las variadas asignaturas y áreas de desarrollo, con las ineludibles ventajas que eso significa para el cuerpo docente de cada institución.

Paula Reyes Naranjo Periodista