Hábito lector: un gusto que se aprende desde la primera infancia

Publicado el 16 de junio de 2022

No hay una sola receta, de la misma manera que ningún niño o niña es igual a otro. Afortunadamente, sí hay pautas moldeables a desarrollar en casa, el jardín infantil o el colegio, fórmulas que permiten sentar sólidas bases para que, desde etapas preescolares, leer se convierta en un acto placentero.

Bajos índices de comprensión lectora y asociación del hábito con una obligación son, lamentablemente, algunas realidades que parecen estar sobre la mesa cuando de libros y lectura se trata. Entre los esfuerzos por revertir el problema figura el Plan de Lectura “Leo Primero”, lanzado por el Ministerio de Educación, cuyo objetivo es que todos los niños y niñas del país aprendan a leer en primero básico. Se estima que 158 mil niños pasan a segundo básico sin lograr un nivel adecuado de lectura. Los otros datos sobre el tema son los que entregó la Agencia de Calidad de la Educación, a partir de los resultados del Estudio Internacional de Progreso de Competencias Lectora, PIRLS, aplicado por primera vez en Chile el año 2015. Ahí se advierte que los estudiantes chilenos comprenden mejor textos literarios que los de tipo informativo y que existe importante brecha entre alumnos según su condición socioeconómica. Asimismo, se destaca la actitud positiva ante la lectura, aun cuando es baja a la media internacional y se recomienda continuar fomentando las bibliotecas, haciéndolas más atractivas, con mejor calidad de libros y entendiéndolas como centro de actividades que mejoren la relación hacia los libros.

Más allá de ser los lugares donde podemos encontrar libros, hoy las bibliotecas, y las de tipo escolares en particular, tienen un desafío muy grande. Así lo piensa Magdalena Cariola, psicopedagoga y Magíster en Comprensión Lectora, quien alude que con la llegada de internet, el uso de libros como medio para acceder a información casi desaparece y estos lugares se centran más que nada en la administración de libros para la lectura mensual o personal. “Sin embargo, creo que son lugares con muchos recursos para lograr encantar a grandes y chicos, para motivarlos con la lectura. Por ejemplo, si un curso está leyendo determinado libro, se podría invitar al autor para que cuente en que se inspiró o hacer una videoconferencia con el escritor. Por otro lado, el profesor puede hacer el enlace de ese libro con otro que esté disponible en la biblioteca”.

El buen ejemplo

Se ha dicho muchas veces que una de las mejores estrategias para incentivar el gusto por la lectura es que los niños vean leer a diario y con agrado a sus padres o adultos cercanos. ¿Qué pasa en el niño cuando observan esto? “El modelaje en la lectura es muy importante, ver a los padres que lo pasan bien leyendo y conversan sobre sus lecturas es muy motivador”, dice Rebeca Domínguez, especialista en fomento lector y literatura infantil y juvenil.

Según Magdalena Cariola, si los niños observan periódicamente a sus padres o adultos cercanos estar en constante contacto con libros, logran ver la lectura como una actividad de la vida diaria, así como lo es comer y lavarse los dientes. De esta forma, leer pasa a ser parte de la rutina, además de una actividad placentera y de desarrollo social: “Se pueden generar así instancias muy enriquecedoras para la relación entre padres e hijos, incluso a nivel familiar, por ejemplo, fomentando la lectura oral y el manejo del vocabulario y de la imaginación”.

Las rutinas son importantes

Establecer horarios o momentos para leer a los niños pequeños es uno de los caminos más exitosos para incentivar el hábito lector. Por ejemplo, antes de dormir. Esa, en particular, es un buen momento, porque los niños están tranquilos y, por ello, prestos para escuchar historias y conversar sobre ellas, comenta Rebeca Domínguez.

La sicopedagoga explica que, desde que los niños son muy pequeños, se recomienda establecer las rutinas, procurando siempre que la lectura se asocie con un acto placentero, de cercanía afectiva con el adulto y en el que los niños puedan interactuar con la narración, no solamente escucharla. Así, por ejemplo, si vamos a leerles un cuento antes de dormir, fomentar que el pequeño sea quien cambie la página o que indique en las ilustraciones cuáles son los personajes. En definitiva, se trata de acciones que los hagan partícipes, principalmente, mientras ellos no saben leer. “En el futuro, cuando ya sean lectores, una buena medida es hacer la lectura por turnos: un párrafo lo lee el adulto, un párrafo lo lee el niño. Así, progresivamente, se va aumentando la lectura del menor y el adulto toma un rol más pasivo, enfocado en la compañía”, dice la docente.

Espacio para la lectura

Se trata de otra de las iniciativas que suelen indicarse para promover la lectura, pero, ¿cómo debe ser esta área? Ya sea en la casa o en el establecimiento escolar, puede ser un lugar habilitado para compartir entre grandes y chicos, idealmente, un sitio tranquilo que ofrezca comodidad y confianza ante el acto lector, es decir, donde no existan prejuicios sobre los gustos o la calidad de la obra a leer. Así lo sugiere Cariola, advirtiendo la importancia de que ese espacio sea utilizado regularmente también por otros miembros de la familia, pues, como se dijo previamente, cuando los niños observan que otros disfrutan leyendo, aprenden a gozar la lectura desde el ejemplo. Poco a poco, los niños se entusiasmarán y querrán participar.

Reemplazar los exámenes

Específicamente en el contexto escolar, más allá de indicar una lectura y luego un examen o prueba, existen distintos recursos que se recomiendan como alternativa, sobre todo procurando que la actividad sea vista como una acción placentera. Por ejemplo, aquellas que permiten involucrarse con la historia, ya sean obras de teatro o trabajos sobre los personajes. Si a un niño le hacen una prueba, se le estaría matando el gusto por la lectura, opina Domínguez.

La lectura —complementa Cariola— no debe ser asociada solamente a una responsabilidad o a una materia de estudio, sino que los niños deben darse cuenta que leer es la manera de acceder a la información, un camino a través del que pueden llegar a aprender e informarse y entretenerse, también puede ser asociada al juego. Creo que los profesores tienen la difícil labor de lograr todo esto. ¿Cómo? Algunos ejemplos entregados por la psicopedagoga son:

  • Diariamente y por turno un alumno trae un libro que le guste mucho y le cuenta a sus compañeros de qué se trata.
  • Jugar al tesoro escondido y tener que leer las pistas para encontrar la siguiente.
  • Jugar con los acertijos y adivinanzas.

Para que la lectura capte la atención del estudiante, también es necesario elegir obras con determinadas cualidades. Domínguez menciona cuatro muy importantes:

  • Que la historia sea creíble.
  • Que los personajes estén bien estructurados.
  • Que el relato tenga un buen final.
  • Que el texto y la imagen (si es libro ilustrado) dialoguen entre sí.

Por supuesto, el libro debe ser adecuado para la edad del niño, guiándose por sus intereses y la etapa de desarrollo en que se encuentre. Si es que está muy motivado por los animales y tiene a varios libros relacionados con este tema, probablemente al regalarle uno que trate de aviones, no le va a llamar la atención. En ese caso, es mejor elegir un libro de dinosaurios, buscando, tal vez, ampliar los gustos e introducir nuevo vocabulario.

¿Son juguetes los libros?

Para cierta edad estaría bien tomarlo así, dice Rebeca Domínguez. “El objeto libro es parte de la vida del niño y es un juguete más. Por ejemplo, si es de plástico, lo puede llevar al baño y jugar con él”. Los libros se convierten en elementos tan atractivos como cualquier otro juguete, sobre todo, cuando se piensa en los muy llamativos, tal como ocurre con las ediciones pop up.

Entendiendo eso, ¿deben estar cerca del lugar donde se ubican los juguetes, figurando como otros elementos de entretención? A juicio de la especialista, la respuesta es, absolutamente, sí. Los libros cumplen diferentes roles. Por ejemplo, cuando se trata de libros de género, se les puede usar de tuto y pasar a ser, de esa forma, un objeto transicional.

¿Cuál sería el efecto de asociarlos al juego o de situarlos junto a juguetes? Según Dominguez, un niño que crece rodeado de libros, tiene más posibilidades de ser un buen lector, pues se trata de objetos que se convierten en parte de su vida. La Magíster en comprensión lectora, por otra parte agrega que, más allá de categorizar a los libros como juguetes o no, es importante el uso que se le puede dar: “Me parece que deben estar a la misma altura que los juguetes, de forma que los niños tengan libre acceso para explorarlos y utilizarlos según sus intereses y que la curiosidad se vaya formando en torno a esto. Si demostramos que los libros son objetos inalcanzables, que solo se pueden ver cuando están con un adulto y que, como niños, no tienen permiso para jugar libremente con ellos, podría generarse escaso interés y lejanía con el concepto de la lectura. Si como adulto tengo acceso a los libros de manera fácil, como niño también debería tener la misma oportunidad, considerando siempre que sean obras para su edad y que el proceso vaya acompañado de la enseñanza sobre el cuidado que se debe tener con los textos. En ese sentido, se sugiere fomentar el respeto por el material y la idea de que un mismo libro sea transferido de generación en generación, de manera que todos los miembros de la familia puedan utilizarlos en buen estado, sin ver rayones ni rasgados en las hojas”.

¿El libro puede ser un premio?

Regalar o entregar libros como recompensa, es decir, relacionarlos con metas también es una buena alternativa, asegura Domínguez, claro que cada familia verá cómo regalar o entregar nuevos libros, aclara. La idea siempre deber ser que el niño lo pase bien o que ambos (con el padre, la madre o el cuidador) tengan un momento agradable en torno a la lectura. Magdalena Cariola concuerda y comenta que, en su opinión, los premios y recompensas siempre deben estar asociados a los intereses de los niños: “Si es un libro o un juguete, depende de cada caso y del nivel de importancia que le da a ese material”.

Los caminos para incentivar la lectura suman y siguen. Lo más importante, según las expertas, es la constancia y enseñar con el ejemplo, demostrando el goce por esta actividad. Los adultos somos los animadores del proceso que genera el hábito lector, a pesar de que surjan dificultades en algunas ocasiones, casos en que nunca se deberían bajar los ánimos, tampoco presionar; sí se recomienda estar presente para consolidar el proceso que, como en todos, cada niño y niña lo vivirá de manera diferente.