Cuando se habla de educación inclusiva, se trata de incentivar la convivencia entre escolares con diferentes habilidades y diversas necesidades, entendiendo que en ello hay una fuente de aprendizaje. Entre las Necesidades Educativas Especiales (NEE) se cuentan las transitorias, grupo al que pertenecen el trastorno específico del lenguaje y las dificultades específicas del aprendizaje. El primero afecta la adquisición de lenguaje desde el inicio y puede extenderse durante toda la infancia, también a lo largo de la adolescencia. Las segundas corresponden a situaciones en las que se presentan problemas concretos capaces de obstaculizar el desempeño de un niño en la lectura, la escritura o el cálculo, registrándose también complicaciones en el habla; dentro de este grupo se encuentran la dislexia, la disgrafía y la discalculia.
El rendimiento intelectual limítrofe también es transitorio y necesita recursos adicionales, se refiere a la presencia de restricciones respecto de habilidades para aprender, resolver situaciones o problemas, funcionamiento adaptativo o social; ejemplos concretos son carencias relacionadas con la comunicación o el autocuidado. Dimas Villarreal, psicopedagogo y sicólogo clínico de niños y adolescentes, egresado de Columbus University de Panamá y de la Universidad Especializada de las Américas, precisa que comienza a reconocerse durante la educación primaria, porque los alumnos obtienen notas regulares o bajas.
En cuarto lugar, el síndrome de déficit atencional consiste en una condición neurobiológica caracterizada por la dificultad para focalizar la atención y mantenerla por períodos prolongados. Los niños con esta característica, suelen distraerse con estímulos irrelevantes, entonces, cometen errores por falta de cuidado, no logran terminar los deberes, olvidan y pierden cosas frecuentemente o les cuesta organizarse. Marcos Manríquez, neurólogo infantil de Clínica Alemana, explica que comienza en la infancia y puede ser de tres clases: con predominio atencional, de hiperactividad/impulsividad o combinado.
Salas regular y de recurso
¿Cómo se lleva a cabo hasta ahora la educación inclusiva cuando existen estas condiciones en algunos alumnos de la clase? Según la entidad, un establecimiento con Programa de Integración Escolar, ya sea con estudiantes de Necesidades Educativas Especiales, permanentes o transitorias, debe contar con un aula de recursos para entregar la atención especializada cuando corresponda, acción que se puede llevar a cabo de manera individual o en grupos pequeños.
La sala de recursos es un espacio diferente al aula común, donde debe haber implementos para apoyar el aprendizaje, según la planificación de clases del profesor del curso general o del nivel que cursa el alumno.
En el caso de los estudiantes con trastornos específicos del lenguaje, esta sala también se emplea para la atención de un fonoaudiólogo, en sesiones individuales o en pequeños grupos de hasta tres niños, y con duración mínima de 30 minutos cada vez.
Si se trata de otros diagnósticos, como déficit atencional, trastornos de aprendizaje y rendimiento intelectual limítrofe, la recomendación es trabajar en la sala, además de las sesiones individuales o en grupo, con la familia, profesionales pertinentes y el equipo directivo del establecimiento.
¿Es posible otorgar atención individual para necesidades educativas especiales transitorias (NEET) únicamente en la sala regular? Según el Ministerio de Educación, el aula de recursos, al ser un área especializada, es importante y necesaria también para casos de alumnos que están con mucho desfase curricular respecto del nivel que les corresponde; lo cierto, es que en los casos de necesidades educativas transitorias resulta posible desarrollar las horas de apoyo colaborativo en el aula regular, siempre que los profesionales involucrados no determinen lo contrario. De igual modo, cuando se estima que hay uno o más niños con necesidad de apoyo, debe señalarse en el Plan de Apoyo Individual de cada estudiante, indicando asignatura, número de horas y horario más adecuado.
Niños con NEET son un aporte en clase
Patrica Celedón, psicopedagoga de la Universidad de Chile y directora del Centro Re-activa, comenta lo beneficioso que es para los niños que tienen algún tipo de trastorno el tener un entorno que contenga pares con patrones que imitar, rol que cumplirían aquellos niños que han logrado un adecuado desarrollo madurativo. “La inclusión escolar fomenta la participación de los niños como modelos positivos de aprendizaje y la interacción que se genera diariamente les proporciona oportunidades para acceder a conductas de modalidad y estrategias para organizarse, visualizar cómo resolver problemas, atender el nominar y pronunciar palabras, oraciones y relatos, o aprender a interactuar socialmente, a través de las actividades colaborativas que se producen en el día a día. A su vez, los niños que no tienen dificultades para aprender o rendir, aprenden importantes modelos de resiliencia de los niños integrados, ya que visualizan el esfuerzo y trabajo complementario que deben hacer para llegar a lo que ellos hacen sin dificultad, viéndolos disfrutar a la par a pesar de su esfuerzo”, complementa la profesional.
A su vez, como comenta Nicolle Juleff, terapeuta ocupacional del Centro Explora y Programa de Integración Escolar de Viña del Mar, es sabido que el trabajo colaborativo suma habilidades en los niños que tienen dificultades o necesidades educativas, por lo que el modelaje social y el refuerzo siempre van a ser positivos para el rendimiento, conforman una oportunidad de aprendizaje. La profesional, quien además es diplomada por la Universidad Católica en Neuropsicología Infantil y trastorno de déficit atencional e hiperactividad, asegura: “Lo importante de que existan aulas inclusivas, es que el desafío es heterogéneo, es decir, para algunos niños una tarea podrá tener un reto mayor, en consecuencia, requerirá de una motivación mayor, y los principales motivadores en la infancia (motivadores extrínsecos) son los propios pares, por ejemplo, el entusiasmo de salir a jugar al recreo con los amiguitos que terminaron antes o la sensación de logro en el otro, ya que la empatía es una habilidad indemne en estos diagnósticos”.
Pauta de acción
Cada condición o trastorno requiere estrategias puntuales que son tarea de profesionales específicos, por ejemplo, psicopedagogos, fonoaudiólogos, terapeutas ocupacionales y sicólogos. Sin embargo, también es cierto que hay pautas generales que puede llevar a cabo el profesor de aula. Teniendo eso claro, ¿qué tipo de adecuaciones serían aconsejable, considerando el bienestar del niño con dificultad y también al resto de los estudiantes? Según Patricia Celedón, para lograr que la experiencia de inclusión sea enriquecedora, tanto para quienes tienen una dificultad específica como para aquellos que no, lo primero es trasparentar entre todos cuál es la realidad que presenta cada uno de quienes conforman el grupo, mediante actividades dinámicas y mediadas: “La presentación de cada alumno, donde relaten qué es lo que más les gusta del colegio, qué es lo que más les cuesta, que les sale fácil o difícil, para –en segundo lugar– explicarles en forma más específica las dificultades que presentan sus compañeros con NEE, asociándolo siempre a la diversidad de formas de aprender y de alcanzar los objetivos.
Está probado, a través de innumerables estudios, que el intercambiar esta información entre los niños con y sin necesidades especiales aumenta el desarrollo en la resiliencia de todos, enriqueciendo sus experiencias adaptativas”.
Cuando es momento de entregar los contenidos a toda la clase, siempre contemplando el aporte a la positiva evolución del estudiante que presenta un trastorno de aprendizaje transitorio, de gran utilidad –dice la psicopedgoga– es incluir material visual que represente los contenidos a trabajar, por ejemplo, presentaciones en Power Point, proyecciones de imágenes gráficas complementarias a la materia, mapas conceptuales, imágenes de ejemplos, etc. A su vez, resultaría necesario adaptar el material del alumno con dificultades específicas, tanto en el grado de complejidad de lo expuesto (vocabulario, ejemplificación) como la extensión de los documentos, guiándose por el grado de sus adecuaciones curriculares.
“De mucha ayuda es ofrecer experiencias lúdicas o prácticas que permitan internalizar afectivamente el contenido, es decir, grabarlo en su vida por estar asociado a una actividad que provoca agrado o felicidad. Por ejemplo, terminar una clase de lenguaje jugando un bachillerato gramatical”, dice Celedón.
Para Nicolle Juleff, el aula ideal debe contener una cantidad mediada y evaluada de estímulos, donde cada material de información sea desmontable o se pueda ir cubriendo de manera que se utilicen a libre demanda, pero no estar siempre a la vista, ya que si nos referimos a la teoría de los estilos de aprendizaje e integración sensorial, existen niños que, desde el punto vista visual, pueden sentirse amenazados con una cantidad muy grande de información. Los trastornos de lenguaje y el déficit atencional tienen una afección en la organización de la información general y, a su vez, en las habilidades visoperceptivas, por lo que organizar la información visual requiere un mayor desafío”.
Su recomendación es ir graduando el tono de voz, la información visual, adecuando sillas y mesas para que no suenen mucho (los puntos que tienen contacto con el piso), la cantidad de luz artificial y natural, y la disposición de los puestos, que deben estar diseñados de acuerdo con la necesidad de cada niño. Esto último se refiere a que, si tienen dificultades en el procesamiento visual, baja visión o audición, deben estar sentados en primera fila. Si hay niños que requieren moverse constantemente, se sugiere usar un puesto posterior para no interferir en el resto de los compañeros. “Se pueden colocar balones terapéuticos en lugar de sillas para así brindar movimiento a lo largo de la jornada a niños, a quienes tienen dificultades posturales, bajo tono muscular, estrabismo, dispraxia, trastornos de regulación u otro, se les puede ubicar en la mesa un atril de escritorio, es decir, usar todas las ayudas técnicas que requieran. También telescopios, paneles de anticipación, material concreto en el caso de rendimientos intelectual bajo lo esperado.
Otra estrategia sugeridas por Juleff, es –al iniciar toda clase– conocer cómo llegan los niños, preguntar respecto a cómo está el día de hoy, situarlos en contexto, día, semana, fechas importantes. En el mismo sentido, recoger si hubo algún problema en casa, empatizando, ya que al tener componentes afectivos comprometidos, es difícil lograr acceder al conocimiento y al ejercicio de una ocupación de forma efectiva.
Los contenidos, en tanto, debieran ser entregados activando aprendizajes previos, utilizando mapas que organicen la información y hacer participar a los niños en el fluir de la clase, con entrega de roles y reforzando participación y conocimientos. “Es fundamental parcelar la información y dar tiempos entre cada unidad nuclear de la clase, realizar algún juego que vaya activando lo aprendido y desde ahí poder asegurar la incorporación significativa, ya que no podemos olvidar que lo realmente significativo para el niño es el juego y es considerado niño hasta los 12 o 13 años, por lo que es fundamental generar espacios de aprendizaje lúdico dentro de las unidades temáticas”, dice Nicolle Juleff.
En el caso del TDAH (Trastorno de Déficit Atencional con Hiperactividad) existen alteraciones visoperceptivas, entonces, será fundamental jugar con el estudiante eligiendo actividades donde deba identificar elementos ocultos, figura y fondo, battleship, e ir variando tareas académicas que vayan a su ritmo, pues si no incorpora adecuadamente la percepción visual, girará siempre los números y letras, y también existirán dificultades para la lectoescritura (en general, escritura en carro).
En el caso de un niño cognitivamente de rango limítrofe, se necesitará más tiempo, instrucciones concretas y separadas, tener apoyo visual con imágenes, entre otras estrategias, con el fin que la prueba no sea una limitante, sino un pasaje al logro. Para este mismo caso, también es importante tener presente –como dice Dimas Villarreal– que los alumnos con este diagnóstico pueden seguir los procesos corrientes del curso, solo necesitan un poco más de tiempo y sensibilización del sistema educativo, apoyo del cuerpo docente, de sus padres y familiares. En ese sentido, algunas pautas de acción aconsejadas son:
- Recordar que todo niño aprende en función a su capacidad.
- Animar a los alumnos en su independencia. La función de padres y profesores es guiar y apoyar, no sobreproteger.
- Establecer y promover rutinas de estudio.
- Enseñar técnicas de estudio, preferiblemente con diagramas, gráficos o imágenes.
- Valorar los intentos que haga el alumno, por pequeños que sean.
- Trabajar en sus habilidades sociales.
- Fomentar el arte como expresión de las emociones, desarrollo de la psicomotricidad y creatividad.
- Realizar ejercicios de resolución de conflictos. Por ejemplo, mediante películas o cuentos exponer una situación y pedir alternativas de solución.
- Incentivar al deporte, pues son parte de las actividades recreativas que motivan.
En cuanto al síndrome de déficit atencional, el doctor Manríquez explica que el tratamiento se basa en dos ejes, además del farmacológico:
- Psicoeducación familiar: normas bien establecidas y refuerzos positivos, por lo que hay que fomentar los hábitos de estudio y proporcionar un lugar tranquilo y sin distractores para hacer tareas).
- Apoyo del colegio: con adaptaciones en la sala, en la malla curricular y entregando estímulos, así como más tiempo para finalizar pruebas. A veces, es necesario trabajar con un equipo multidisciplinario integrado por psicopedagoga y psicólogo.
El profesor de aula puede
La tarea de educar, junto con ser una hermosa labor, resulta un trabajo demandante, sobre todo en el caso de docentes que están al frente de cursos con elevada cantidad de alumnos. Entonces, cabe preguntarse si un profesor de aula está capacitado para las tareas antes mencionadas o cómo debe prepararse para entregar al niño las herramientas que le permitirán afrontar el trastorno y superarlo de la mejor manera. Esta interrogante, que suele surgir entre los educadores, sobre todo a partir de la vigencia del Decreto 83, acerca de la inclusión escolar, puede comenzar a responderse con una acción concreta: conocer a cabalidad el diagnóstico del alumno. Para esto, aconseja Patricia Celedón, es fundamental reunirse con el equipo de especialistas que tratan a los alumnos. Por supuesto, también con sus padres. El propósito es recibir de todos ellos sugerencias y estrategias específicas para abordar las diferentes áreas de aprendizaje.
En segundo lugar, los profesores de aula deben tener siempre a mano todo el material complementario para la materia presentada. “El objetivo es anticiparse a las necesidades que pueden ocurrir”, dice Patricia Celedón.
En tercer lugar, los profesores pueden incorporar en su estrategia la ayuda de los otros alumnos, es decir, que los estudiantes que logren los aprendizajes esperados del contenido entregado actúen como “tutores” de aquellos que tengan menor dominio. La fórmula es crear espacios para trabajar en parejas o grupos pequeños, permitiendo la interacción entre los alumnos como medio de aprendizaje.
La ayuda de otros profesionales también es importante para la labor del profesor de aula, dice Patricia Celedón: “El éxito de la inclusión de uno o varios niños en un curso está determinado, en gran parte, por la oportuna y eficiente colaboración entre profesores y especialistas, ya que la experiencia de ambos no solo es complementaria sino dinámica, aportando en forma recíproca las variadas situaciones que le permitirán al niño y a su grupo ir aprendiendo, ejercitando y transfiriendo lo aprendido a su vida diaria.
La forma más eficiente es mantener una comunicación fluida, ojalá diaria, anticipándose al plan general, coordinando el intercambio de materiales y estrategias de intervención”.
Juleff concuerda en que el profesor debe prepararse en conocer a cabalidad cada diagnóstico y saber en qué áreas existen falencias y así poder determinar la forma de que acceda a los contenidos o evaluar aprendizajes significativos. “Por ejemplo, en caso de dificultad específica de aprendizaje, sabemos que existen alteraciones en el esquema corporal y que hay afección en el uso de los dedos, por lo que un profesor, sabiendo esto, debiera estimular la incorporación de estos elementos deficitarios, ya que si un niño no usa bien sus manos, no aprenderá a contar y a escribir bien (de izquierda a derecha).
El profesor, en definitiva, conociendo el tipo de barreras de cada diagnóstico, comprenderá también mejor a su alumno, por qué para alguno resulta “un mundo” el nuevo contenido, o por qué mientras para unos es tan fácil cambiar de letra imprenta a letra manuscrita, para otros escribir resulta una pesadilla. “Es fundamental conocer las características, al niño y la historia de este para poder apoyar en el proceso aprendizaje, ya que no es solo entregar el contenido, sino evaluar su desarrollo”.
Paula Reyes Naranjo Periodista