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En la sala: la discapacidad no es el problema

El aula de hoy es un espacio diverso donde conviven estudiantes de distintas características, desde alumnos regulares hasta aquellos con necesidades educativas especiales permanentes (NEEP), pasando por niños y niñas de otras nacionalidades que están adaptándose al país, o chicos y chicas que atraviesan períodos emocionales delicados. Hoy resulta una utopía pensar que se le enseñará solo a un tipo de estudiantes y es, ante ese panorama, que el docente debe reaccionar, flexibilizar las estrategias que utiliza, investigar y capacitarse.

La lógica de la inclusión educativa, donde se sitúan los cambios esperados para la escuela del siglo XXI, parte de una base: hay valor en la diversidad. En el conjunto de niños y niñas que integran la sala de clases, hay una riqueza por definición y eso interpela al docente para enriquecer su trabajo. Así, las estrategias que utiliza para la revisión de contenido ya no estarán enfocadas solo en el alumno o alumna ideal, aquel que presta atención, que se comporta bien u obtiene buenas notas. Ahora, lo que debe hacer el educador es trabajar su capacidad para diversificar estrategias de enseñanza. Y en ese sentido, aunque los inspiradores originales sean los niños con mayores dificultades a la hora de cursar de forma regular el curriculum escolar, lo que conlleva este escenario es que se puedan beneficiar todos los alumnos, tanto los que no presentan necesidades educativas especiales (NEE), como los que sí, incluyendo aquellos que por distintos motivos estén atravesando un período de ritmo de aprendizaje distinto, aun sin tener una condición o discapacidad diagnosticada. En este último grupo que considera las necesidades educativas transitorias (NEET), cabe mencionar, entre otros ejemplos puntuales, a los niños que están ad portas del nacimiento de un hermano y viven una etapa emocional sensible, también a los estudiantes provenientes de familias de inmigrantes o protagonistas de un proceso de adaptación y conciliación de sus conocimientos con la cultura local.

En el caso particular de las Necesidades Educativas Especiales Permanentes (NEEP), se hace presente el desafío de crecer en conjunto, con nuestras diferencias como punto de referencia de lo que es la sociedad, la heterogeneidad de la población. Así lo explica la doctora en Pedagogía y diplomada en Estudios Avanzados (Universidad de Barcelona) y licenciada en Educación y Pedagogía en Educación Diferencial (Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación), Camila Marchant, quien también es directora de la Escuela de Educación Diferencial de la Facultad de Educación de la Universidad de Las Américas. La académica destaca el momento actual: “Estamos propiciando un desarrollo valórico profundo a la hora de que nuestros niños puedan compartir con otros que son diferentes a ellos, no importa la razón de esta diferencia. Eso proyecta un desarrollo social absolutamente distinto. Estamos materializando un cambio paradigmático muy interesante. A lo mejor, en tiempos de nuestros abuelos o padres, nunca se pensó que en una sala de clases pudieran compartir niños que tienen una necesidad educativa especial permanente (NEEP) generada por una discapacidad visual, auditiva, intelectual, un multi déficit, trastorno autista u otro. El mito es que la presencia de estos alumnos en la sala podía perjudicar a los otros escolares, como una nivelación a la baja. Pero lo cierto es que ese temor es infundado y lo que muchas veces ocurre dentro del aula es que los mismos estudiantes tienen la posibilidad de consolidar con mayor velocidad su aprendizaje, pueden ser guías de aquellos a quienes les cuesta más. Y eso refuerza, no solo los contenidos o afianza lo que el alumno ya sabe, también entrega la posibilidad de descubrirse en un rol distinto: puedo ayudar a mis compañeros, tengo la capacidad de enseñar”. La educadora recuerda, además, que se produce un fenómeno muy interesante cuando tenemos que explicar las cosas, es un momento en que el aprendizaje pasa a otro nivel cognitivo: “Aplico lo que sé”.

Para quien tiene la discapacidad, los beneficios de este sistema son enormes, asegura la profesional. Comenzando por su proceso de sociabilización en la escuela: comprende ese lugar como un reflejo de la sociedad, un ambiente natural donde ve chicos que corren muy bien, otros que están en silencio o son más retraídos, otros más que están en silla de ruedas. Entonces, me siento parte del mundo real, a diferencia de lo que pasa en una escuela de educación especial. “Este tipo de institución es absolutamente anacrónico, está lejos de una perspectiva respetuosa de los derechos humanos”, afirma Camila Marchant.

Una de las interrogantes comunes cuando se habla de salas inclusivas, especialmente para casos de alumnos con discapacidad, es la posibilidad de que el estudiante con NEEP quede atrás en su proceso de aprendizaje. La literatura respecto de este tema dice que no hay una respuesta única para la diversidad y que cada niño avanza según las posibilidades que tiene, no solo de sus propias competencias, también de su entorno familiar. “Entonces, es justo no tener sobreexpectativas para que estos procesos se concreten de buena manera. Me refiero a ser capaces de encontrar una justa medida para los requerimientos de cada uno, sin salirse nunca del marco de principios y derechos que debemos tributar siempre”, dice la académica de la UDLA.

Por supuesto, las escuelas deben operar con un equipo profesional competente. Carolina Crovetto, educadora diferencial de la UMCE, especializada en discapacidad intelectual y Magíster en Educación mención Currículum de la Universidad de Magallanes, ha tenido la experiencia de trabajar en Programas de Integración Escolar (PIE) y opina que, desde la normativa, existe un buen diseño para llevar a cabo estrategias para estudiantes con discapacidad: “En lo personal, creo absolutamente que la sala regular es un espacio donde este tipo de estudiantes puede tener un aprendizaje real, no así en una escuela especial. Si bien hay muchas instituciones de ese tipo que hacen un buen intento, aquello no es la vida real. Sí lo es lo que ocurre en la sala de clases, contexto que ayuda no solo a quienes tienen necesidades especiales, sino a toda la comunidad. Se observa, por ejemplo, en el aprendizaje colaborativo entre pares o en la convivencia, todas estas instancias en que emerge una serie de aprendizajes que no tienen que ver solo con lo conceptual”.

La proactividad del docente

El Ministerio de Educación entrega adaptaciones concretas para que los docentes trabajen la inclusión en la sala de clases. Son documentos y consejos que hablan del trabajo colaborativo y la co-enseñanza, instrumentos al alcance de la mano; literalmente, se está a un clic de descargar el Manual de Orientaciones Técnicas para el Funcionamiento de los Programas de Integración Escolar (PIE) o el Decreto 83 del año 2015, para niños que tienen necesidades educativas especiales y requieren adecuación de currículum.

“Un docente en ejercicio, debe necesariamente conocer ese tipo de normativa y documentación, tener el desafío constante de mantenerse actualizado. En los últimos 15 años, el contexto ha cambiado una enormidad. Hoy tenemos la posibilidad de formar profesionales del área con un paradigma o enfoque absolutamente distinto al del pasado, y son los mismos estudiantes de pedagogía de hoy quienes ven las escuelas especiales como algo del siglo XVIII. En todas las facultades de pedagogía debiera haber una enseñanza pensada en la sala inclusiva. Eso es lo que el Centro de Experimentaciones e Investigaciones Pedagógicas de Universidad de Las Américas, a través de la formulación de estándares orientadores para carreras de pedagogía y educación especial, ha promovido: que el profesor de Educación Diferencial, lejos de ser experto en alguna discapacidad -como antaño-, tenga la facultad de trabajar con la diversidad y en trabajo colaborativo, por supuesto”, comenta Camila Marchant.

La especialista recalca un punto muy importante: no es que un profesor quiera o no que un alumno con NEEP esté en su clase. Ese alumno con Síndrome de Down o ese estudiante con parálisis cerebral, tiene el derecho de estar ahí. “No es el juicio del profesor el que prima, sino la óptica de derechos y para eso tenemos consagrada la Declaración Universal de Derechos de las Personas con Discapacidad. Decir esto es muy importante, porque al negarlo, se cae en la ignorancia. El que quiere ser docente no puede optar por el ejercicio de la profesión diciendo ‘yo trabajo solo son determinado tipo de alumno, solo con los que tienen de seis para arriba; los que no, que salgan de la sala’. Para eso, no te dedicas a la profesión”.

Siempre es la unidad educativa del establecimiento educacional la entidad que garantiza capacitación permanente a los docentes. “Pero me gustaría transmitir que un buen profesional no necesita que le estén diciendo que debe actualizarse, esa es otra de las competencias que se persiguen en la formación profesional docente. En el siglo XXI, si tú no entiendes que debes estar al día, quedas fuera del esquema de trabajo. Soy crítica de los profesores que lo quieren todo dado, no se dan cuenta de que de esa manera se instalan fuera del sistema; les tomará el espacio un profesional que tiene la flexibilidad. Y no es un tema de edad o de nuevas generaciones; tanto la buena disposición como la falta de actitud propositiva se ve en profesores con muchos o pocos años de experiencia. En definitiva, mantenerse ignorante en estos temas, perteneciendo al mundo de la educación, y en plena reforma educacional inclusiva, no parece tener excusa, menos cuando se trata de un tema difundido, ya sea por los medios de comunicación (donde se da cuenta de diferentes iniciativas exitosas) o la página web del Mineduc, que tiene disponible los manuales y estudios”, sentencia Marchant.

Desafíos

Según algunas indagaciones, bajo los Programas de Integración Escolar (PIE), en los últimos años se incrementó la inclusión en salas de clase de alumnos con Necesidades Educativas Especiales Transitorias. De acuerdo a lo que indica la Coordinación Nacional SEP-PIE del Mineduc, el número de alumnos PIE integrados alcanzó 4.317, en 2011, y 4.888, en 2014. Pero no ocurre la misma inclusión con las NEEP. “Seguimos teniendo la deuda, como sistema, de incorporar a personas con estas dificultades. Cuando se incrementa la inyección de recursos con el Decreto 170, en 2009, comienza la transformación de los Programas de Integración Escolar, pero esto se concentró en las Necesidades Educativas Transitorias”, explica Camila Marchant. ¿Cuál es la razón de esta falta? “Creo que está en la concepción profunda de que esos estudiantes no pueden”.

¿A qué otros desafíos nos enfrentamos? Según las académicas, algunos retos son los siguientes:

- La formación de los profesores en educación general básica y media: los procesos de inclusión deben proyectarse más allá de 8º básico.

- Flexibilidad: todo apunta a que el currículum de las escuelas debiera tener esta cualidad, incluyendo una reflexión que interpele la preponderancia de asignaturas como Matemática y Lenguaje y Comunicación.

- Educación parvularia: se ha tendido a trabajar para preparar a los niños y las niñas en su ingreso a primero básico, pasando por alto la infancia y los requerimientos que se tienen en ese momento de la vida.

- No caer en una vorágine para preparar a los niños pensando en que alcancen un rendimiento orientado a la competición.

- Reconocer y dar mayor importancia a horas lectivas de asignaturas artísticas o de movimiento: hay que evolucionar hasta dar el lugar que merecen las artes, pues verlas como asignaturas menores demuestra una gran ignorancia de nuestro sistema; a través de estas disciplinas, se pueden integrar, incluso, las otras materias. Aquí, nuevamente aparece el concepto de flexibilizar el currículum y entregar a los alumnos, según sus características e intereses, mayores posibilidades hacia la educación media. Hoy el sistema parece invitar solo a ser técnico o científico humanista y, a lo mejor, a hay otras alternativas que es positivo incorporar.

- El profesor debe estar al tanto de la dificultad de cada alumno a su cargo, también de las características de su diagnóstico: este trabajo debe ser en conjunto con la familia y profesionales competentes.

Como ejemplo, para el caso de estudiantes sordos, aunque todos deberíamos conocer la lengua de señas, existe opción de trabajar con traductores capacitados por el Servicio Nacional de la Discapacidad.

En caso de ceguera, es necesario comprender que hay diferentes circunstancias. Por ejemplo, la retinitis pigmentosa, donde la visión se pierde gradualmente y los recursos empleados deben ir en función de la fase de la enfermedad.

- Incorporación de tecnologías: este es un recurso que aporta de manera especial en alumnos con necesidades educativas especiales permanentes, pudiéndose constatar que con esta vía existe un mejor aprendizaje. En el caso de una parálisis, por ejemplo, el alumno logra expresarse con movimientos oculares, punzones, etc.

Áreas a reforzar

La Ley 20.422 data del año 2010 y exige que existan las adecuaciones curriculares para la inclusión en todas las edificaciones. Entonces, que todos los alumnos puedan estar en la sala de clases se encuentra garantizado por ley. Las tareas pendientes en un aula donde asisten niños con NEEP van por otro camino. A juicio de Camila Marchant, un área especialmente débil es la evaluación. Se trata de un desafío que afecta a todos los actores del sistema, partiendo por quienes están en el ámbito de la educación especial: “Evaluar mejor implica no bajar el nivel de exigencia. Deberíamos ser mucho más astutos y propositivos para medir si el estudiante está entendiendo o no, cuánto está entendiendo de lo que le estoy ofreciendo. Quizás estamos pecando en los medios para comunicarnos y no en las capacidades que tiene el sujeto respecto de instalar los conocimientos que se espera que adquiera”.

Para Carolina Crovetto la principal dificultad hoy está en que los docentes no tienen mucha preparación en el área. Por otro lado, siente que muchos no creen que los estudiantes con necesidades educativas especiales, sobre todo las permanentes, puedan estar en una sala inclusiva y avanzar: “Los obstáculos, lejos de estar en la discapacidad, se encuentran en cómo el profesor de aula puede diversificar el currículum académico. El problema son las barreras para aprender, que no están en el estudiante, sino en el entorno que no facilita herramientas. Por lo tanto, la clave está en que el profesor se capacite para diversificar las estrategias y trabajar un único curriculum. Eso requiere un tiempo, un espacio para diseñar qué es lo que se hará y cómo se atenderá a esas múltiples formas de aprendizaje que coexistirán en la sala de clases. Es una tarea que debe hacerse como trabajo conjunto del docente de aula y el educador diferencial, quien tiene la expertise para diversificar el currículum. Se trata de una labor a realizar en el inicio del año académico, como panorámica y con estrategias generales, pero también en la planificación mes a mes, o como quiera hacerlo la escuela, siempre en revisión constante”.

Parece ser que gran parte del éxito de una sala regular inclusiva debe ser obra de los educadores, quienes no deben ver esto como una responsabilidad extra, sino como una enorme motivación, entendiendo el valor que tiene un espacio en el que pueden y deben estar todos, aun cuando cada uno de los alumnos tenga necesidades diferentes. Los docentes, sin duda, son los protagonistas de este cambio de paradigma donde la premisa es enseñar en la diversidad.

Paula Reyes Naranjo Periodista