¡Muy bien! ¡Sigue así! Acompañar las actividades o tareas de los niños y niñas con frases como estas les orienta respecto de cómo avanza su desempeño escolar y conforma una de las maneras más espontáneas de brindarles retroalimentación. Se aplica en todo tipo de circunstancias y, sin duda, genera confianza al tiempo que potencia el aprendizaje.
El universo de esta práctica es, ciertamente, atractivo. Estudios como los de los académicos John Hattie y Helen Timperley, autores de The Power of Feedback, han demostrado la influencia positiva de la retroalimentación en el aprendizaje y expuesto evidencia de que no todos los tipos de feedback son igualmente efectivos. Es entonces que surge la pregunta de cómo podemos ir enriqueciendo la retroalimentación para maximizar el aprendizaje abarcando instancias escolares como también del hogar.
Antes de seguir adelante y para entender bien el concepto del que estamos hablando, vale definir lo que es la retroalimentación. En términos muy simples, y centrándose en el contexto escolar, se puede decir que es la información que se entrega al alumno durante una actividad y posterior a esta, datos que permiten acortar la distancia entre el desempeño y el resultado esperado.
La directora del Centro Educativo Terapéutico EFES, la psicopedagoga Fabiola Fariña, explica el concepto en términos formales así: una práctica pedagógica constructiva, que brinda información a los estudiantes evidenciando su desempeño respecto de logros y aspectos a mejorar o potenciar. La profesional agrega que la retroalimentación debe ser clarificadora, es decir, capaz de permitir la reflexión de los alumnos y del docente. ¿Por qué del docente? Pues manejar información sobre el progreso o las dificultades que enfrentan le permitirá, cuando lo considere necesario, modificar las estrategias de enseñanza, reforzar o implementar otros recursos para apoyar el aprendizaje. También es importante que sea pertinente y oportuna, lo que implica que ocurra en el momento adecuado y no siempre al final de la tarea, ya que durante el proceso el niño o niña podrá corregir su desempeño. Junto a lo anterior, es necesario que resulte positiva o constructiva. Debe ir “guiando al estudiante para permitirle conocer sus fortalezas y debilidades en relación a la actividad realizada y cómo mejorarla”, precisa. Por último, debe propiciar la metacognición o la autoevaluación. Cumpliendo estos ideales, se logran aprendizajes significativos. Fabiola Fariña detalla: “se beneficiará y optimizará la práctica pedagógica, se contribuirá a la toma de decisiones y serán más evidentes los logros y posibilidades de mejorar”.
Desglosando estos conceptos, veamos un poco más en detalle cómo debe ser la retroalimentación:
Específica, descriptiva y constructiva. Debe explicar con precisión lo que el alumno hizo correctamente en una tarea y lo que es necesario que mejore. En la práctica, en lugar de decir al niño o niña que lo hizo bien, es más efectivo expresarle que lo hizo bien y que se aprecia cómo se esforzó, por ejemplo, en pintar sin salirse de los bordes de la figura. En esa misma línea, otra fórmula es combinar apreciaciones y preguntas que pueden manifestarse oralmente o por escrito: ¡Lo hiciste bien! ¿Cómo lograste pintar toda la casa con ese color? ¡Vas muy bien con la pintura del dibujo! ¿Cómo podrías dar más color a ese jardín? Más ejemplos para resaltar lo positivo: Observo que dibujaste con mucho detalle las hojas de los árboles. Qué alegre se ve el jardín con los colores que elegiste para pintar el jardín. ¡Escribiste con letra muy clara! ¡Excelente redacción! ¡Trabajo muy limpio y ordenado!
El lenguaje no verbal también importa, ya que el feedback se produce con palabras, tono de voz y también con elementos no verbales. En el caso de la gestualidad, es necesario cuidar las expresiones faciales, procurando que acompañen los refuerzos positivos; incluso al momento de corregir se deben evitar gestos como fruncir el ceño.
Oportuna. Es importante retroalimentar al niño durante la acción, para mejorar el resultado o bien justo después de que haya hecho algo de acuerdo a lo que se espera. Un ejemplo –que también sirve para instancias en la casa– es que inmediatamente tras ordenar sus juguetes o los elementos de una tarea, reciba un elogio. Por ejemplo: Te felicito por haber ordenado justo cuando terminaste de usar los juguetes (o tus útiles, según sea el caso).
Con foco en el proceso. Se refiere a poner la mirada en la labor que se ha llevado a cabo o en la estrategia usada para enfrentar el desafío. Para esto es útil emplear frases de este tipo: Tu esfuerzo para ubicar de menor a mayor los elementos dio muy buenos resultados. ¡Se ve mucho más ordenado!
Expresiones de este tipo permiten que el niño no centre los buenos resultados en capacidades fijas, pues le sirven para comprender que todo requiere esfuerzo y práctica. Poco a poco, se vinculará con el concepto denominado mentalidad de crecimiento que se basa en la creencia de que las habilidades pueden cultivarse y crecer conforme pasa el tiempo; es un tipo de mentalidad que podría, incluso, aportar en un mejor desempeño académico.
En la misma línea, para corregir se recomienda usar expresiones que permitan al niño o niña hacer algo respecto de lo que no fue logrado. Un par de ejemplos: Noto que los juguetes no están en orden. Estás comportándote de manera desobediente.
Individual. Conocer las habilidades y dificultades de un niño es clave. La retroalimentación debe considerar los procesos particulares de aprendizaje destacando el modo en que el alumno se enfrenta al desafío.
Para trabajar esto, resulta ideal una breve reunión –de cinco o diez minutos– con cada uno de los estudiantes, mientras los otros están trabajando en alguna actividad.
Real. El aliento que se entrega debe ser genuino y el alumno debe percibirlo como tal. Para esto se sugiere evitar frases como: Lo estás haciendo increíblemente bien. Y la razón es que el niño o niña puede percibir que ese es el objetivo: hacerlo “increíblemente” bien.
Con metas claras y alcanzables. El estudiante debe saber dónde debe llegar y cómo hacer para alcanzar ese objetivo. Antes de iniciar la actividad, es necesario informar respecto de qué es lo que se quiere lograr, una meta que siempre debe estar en el marco de las posibilidades del niño o niña. Así, por ejemplo, si se está enseñando respecto de sílabas y se da una tarea o actividad en la que el alumno debe separar las palabras en sílabas, los comentarios deben referirse a eso. En complemento, al cierre de cualquier retroalimentación, es útil usar frases capaces de crear expectativas positivas, pues estimulan el aprendizaje. ¿Qué tipo de expresiones?: Continúa trabajando y ¡disfrútalo! Sigue esforzándote así, ¡llegarás muy pronto a la meta!
En confianza. Es importante que la retroalimentación ocurra en un clima acogedor con el fin de favorecer estados emocionales de motivación y apertura; es en este tipo de ambiente que los niños pueden hacer preguntas y se sienten cómodos expresando sus dudas ante los comentarios del profesor o del adulto a cargo. Un clima hostil, en cambio, genera desgano y falta de interés para aprender y corregir errores.
Reflexión y autoevaluación. Cada vez que se comunica con cariño y respeto al niño sobre su desempeño en las tareas que lleva a cabo, se logra no solo que reflexione sobre su propio aprendizaje, sino también se le invita a pedir apoyo cuando lo requiere y se le enseña a ver el error como una oportunidad para seguir aprendiendo. Todo lo anterior puede resumirse en que se promueve la autogestión y la tolerancia a la frustración.
Para colaborar en su proceso de autorregulación, ayudan preguntas que colaboren en la planificación y monitoreo de la actividad. Algunos ejemplos: ¿Qué elementos crees que vas a necesitar para cumplir los objetivos de esta tarea? ¿Cómo le explicarías a otro niño lo que tiene que hacer? ¿Qué harías distinto la próxima vez? ¿Por qué? Cuando se trata de mostrar los aspectos a mejorar, sirven preguntas como estas: ¿Qué tal se vería este dibujo si usas más colores? ¿Quieres probar eso en tu próximo trabajo? ¡Qué bien! Ya cuentas hasta 10. ¿Te animas a seguir contando hasta 20?
La técnica sándwich. Esta fórmula se emplea no solo en el campo de la educación y es muy usada porque favorece una atmósfera emocional positiva reconociendo pequeños logros y promoviendo lo necesario para consolidar objetivos. Recibe su nombre como una representación gráfica de sus etapas: primero se comunica al niño que lo está haciendo bien al tiempo que se valora su esfuerzo; a nivel cerebral, esto prepara emocionalmente para recibir una corrección, que vendría a ser el contenido del sándwich; al comprender cuál fue el error, el alumno lo convierte en una oportunidad de aprender, momento en que la estrategia acaba con un halago y un ejemplo de cómo seguir adelante.
Para poner en práctica. Las actividades con libros y cuadernos de ejercicios son instancias que permiten aplicar a los conceptos descritos para trabajar una retroalimentación efectiva y lúdica, por ejemplo, indicando la realización de representaciones o dibujos, generando conversaciones o buscando el fortalecimiento de vocabulario.
Los cuadernos de actividades de Caligrafix son una entretenida oportunidad: en cada una de sus páginas hay tareas que implican dedicación por parte del estudiante y la necesidad de seguir instrucciones, en definitiva, procesos que resultan instancias adecuadas para retroalimentar.
Hay mucho más para seguir hablando de la retroalimentación y hacerla una herramienta o proceso pedagógico capaz de fortalecer la educación. Lo cierto es que se trata de una conversación permanente que no debe dejarse de lado, muy por el contrario, convoca a trabajar con creatividad y cariño por los alumnos y su formación, todo eso, al tiempo que se integra en esta tarea a los padres o tutores de los estudiantes.