En un aprendizaje inclusivo, donde todos los alumnos tienen cabida, independiente de sus capacidades, tal como lo promueve la nueva norma del Decreto 83, el desafío del profesor es justamente dar ese espacio y promover la enseñanza conjunta, logrando enriquecer el proceso con esa diversidad.
Desde la mirada del profesor, esta evaluación implica beneficios y desafíos, pues pretende ser una importante herramienta para las estrategias de aprendizaje y desarrollo de habilidades. En consecuencia, el papel que cumplen los educadores en torno a la medición es primordial.
Que en cada una de las salas de clases los docentes puedan ofrecer oportunidad de aprender a todos los estudiantes, independiente de sus necesidades educativas especiales, es lo que planeta, a grandes rasgos, el Decreto N°83. La ley de aplicación voluntaria desde 2015, comienza su implementación obligatoria este año, e implica que todos los colegios se adecúen con profesionales aptos e infraestructura nueva.
La variedad y cantidad de palabras que conocemos se relaciona con el desarrollo general y las potencialidades de una persona. Resulta fundamental fomentar el vocabulario con actividades en sala de clases y también con el apoyo de padres y apoderados.
Sí, es tan importante como los contenidos. Quizás hasta más relevante, porque permite enfrentarse mejor a los desafíos académicos y a aquellos que conlleva la vida en general. En definitiva, el paso por el colegio es eso, más allá de superar niveles y asimilar contenidos, corresponde al espacio donde el profesor entrega herramientas de aprendizaje a sus alumnos.
Al hablar de inteligencia no hacemos referencia a la cantidad de información que se maneja, tampoco de una habilidad estrictamente académica ni del talento para superar pruebas. El concepto de inteligencia se refiere a la capacidad de comprender el propio entorno, de adaptarse a él y, si es posible, de modificarlo en beneficio propio o de los demás. Estimularla, por lo tanto, es clave.
Regresar de vacaciones al menos una semana antes de la entrada al colegio, permite prepararnos con tranquilidad y de forma paulatina para el comienzo del nuevo año escolar y laboral. Es la fórmula para comenzar, poco a poco, a retomar los hábitos, los horarios, las comidas y las actividades propias de este período. Eso sí, hay que hacerlo intentando mantener también algunos tiempos de ocio y descanso, sobre todo, para que los niños no sientan presión.
Ya sea estando en la casa o de viaje, cuando acaba el año escolar, los padres quieren que sus hijos no se aburran. Surge la pregunta de si es necesario programarles actividades, de qué tipo y cómo hacerlo. Lo cierto es que los niños son, en mayor o menor medida, activos por naturaleza y, muchas veces, hay que dejar que ellos mismos distribuyan su tiempo, creen sus propios juegos y panoramas. Eso sí, es tarea de los adultos estar atentos, aprovechando de crear hábitos y potenciando habilidades.
Este período permite el descanso intelectual y, a la vez, la práctica lúdica de muchos de los contenidos trabajados durante el año escolar. Para eso es recomendable estar atentos, el ocio es sano e imprescindible, pero requiere de algunas pautas que permitan focalizarlo.
Cuando se acerca la Navidad, resulta inevitable comenzar a hablar de regalos. Junto con eso, también se hace presente el estrés y la ansiedad por cumplir expectativas a través de los obsequios. En ese panorama, merece la pena plantearse otra perspectiva respecto del “regalar” y el rol de aquello que entregamos.