La capacidad de comunicarse adecuadamente, el poder trabajar en equipo con eficiencia y armonía o la postura flexible ante las diferentes circunstancias, son comportamientos determinantes para la vida y posibles de fomentar desde la etapa escolar. Lo más adecuado es ir aunando los esfuerzos de los padres y el sistema escolar mediante múltiples actividades.
Aquellas habilidades que permiten desempeñarse mejor en las relaciones laborales y personales, con una mente disciplinada, creativa y ética, cuyo pensamiento crítico facilita el procesamiento de la información, el logro de conclusiones y la toma decisiones; las que demuestran una capacidad de trabajar en equipo y liderazgo, en cuanto a la pericia para dirigir a los pares y comunicar ideas adecuadamente; todas estas destrezas se conocen como habilidades blandas y se orientan al desarrollo de aptitudes sociales muy apreciadas actualmente, sobre todo, en el mundo laboral.
Las habilidades blandas se aprenden y esa instrucción comienza en la primera infancia. Los educadores y orientadores hablan de ellas presentándolas como un conjunto de prácticas no cognitivas, que muchas veces toman variados nombres, tales como comunicación asertiva, adaptabilidad y flexibilidad, proactividad, iniciativa o trabajo en equipo. Cualquiera sea su nombre, lo común es que se trata de factores esenciales para aprender y desenvolverse exitosamente en todos los ámbitos de la vida.
Tanto es así, que las habilidades blandas son motivo de estudio. Según una investigación hecha en 2013 por el BID (Banco Interamericano de Desarrollo), existe una brecha entre las habilidades blandas desarrolladas en la etapa escolar y aquellas que se buscan en el mercado laboral. El análisis estimó, además, que aunque están presentes de manera transversal en las materias y talleres que se enseñan en las escuelas, la instrucción de estas prácticas no es protagonista.
Otra investigación, esta vez publicada en American Journal of Public Healt, y con el estudio de un grupo de más de 700 niños durante 25 años, entregó más evidencia, vinculando las habilidades blandas adquiridas en la primera infancia con el éxito académico y social en la etapa escolar y, posteriormente, durante la carrera profesional.
Las habilidades blandas también son causa de inversión en el ámbito laboral. No es extraño que las compañías destinen recursos a la capacitación de los trabajadores para que aprendan o entrenen estas destrezas. No existe relación con los conocimientos profesionales, porque en algunas ocasiones gente con gran preparación académica no sabe cómo trabajar en equipo. En muchos casos se trata de personas con serias dificultades para manejar sus emociones y que no logran comunicarse efectivamente. De ahí –concuerdan las opiniones– que en los ambientes laborales existan climas de maltrato, conflictos casi infantiles y problemas de comunicación.
Enseñanza temprana y evaluación
Aunque es relevante que exista coaching de habilidades blandas entre los adultos, lo ideal es comenzar antes. Magdalena Torres, sicóloga clínica infanto juvenil, explica: “La importancia de su enseñanza temprana es porque se trata de aprendizajes que se incorporan más fácilmente en esa etapa y en el colegio el ambiente es propicio para que los niños compartan con sus pares y pongan en práctica los valores adquiridos en el hogar, las habilidades sociales y sus fórmulas de resolución de conflictos, produciéndose un aprendizaje, adquisición y/o corrección paulatino de las habilidades blandas. Todas ellas, tan necesarias para el éxito futuro”.
Para evaluar ese aprendizaje se emplean estrategias de mediano y largo plazo, no generales, sino para cada uno de los estudiantes, de tal forma que sea posible ir visualizando el progreso. También es útil el acompañamiento más directo de los jóvenes o niños, con entrevistas personales.
La situación funciona de este modo, porque estamos en un área donde no sirven los indicadores duros, como por ejemplo las notas o calificaciones escolares. Tampoco se puede medir a todos con la misma vara, cada alumno es diferente y experimenta procesos de manera particular. Lo que se emplea es la observación, por parte de los educadores y/o sicólogos, respecto de cómo se va desenvolviendo cada estudiante, cómo se siente con tal tipo de actividad, así como el registro de sus progresos y la descripción de sus relaciones interpersonales dentro del curso y fuera de él.
¿Cómo se potencian las habilidades blandas?
Existe la idea de que la adquisición de estas aptitudes deriva en la posibilidad de encontrarse con individuos más completos. Y más felices también. Para conseguir esa meta, Magdalena Torres, explica que es posible fomentar las habilidades blandas, enseñándolas, por ejemplo, a través de las prácticas deportivas y los trabajos grupales en el aula o en el patio: “Dado que en estas actividades deben estar presentes la responsabilidad, la honestidad, la comunicación, los valores adquiridos, la organización y la capacidad de trabajar en grupo, siempre tomando en consideración al otro, aparecen entonces los rasgos de personalidad de los participantes. Se genera un sentimiento de trabajo en equipo. Habilidad que contribuye, junto con el conocimiento duro, al éxito de los profesionales de hoy”.
Alguna recomendaciones para fomentar el desarrollo de las habilidades blandas son:
Desde pequeños
El desarrollo de las habilidades blandas implica un proceso a largo plazo y es por eso que se deben potenciar desde la infancia temprana. Para ello lo fundamental es reforzar:
- La creatividad mediante la actividad artística.
- La flexibilidad y adaptabilidad ante cambios, mediante ejercicios donde el pequeño reconozca cuáles son las cosas que ha dejado de hacer, las que requiere seguir haciendo y las que necesita seguir mejorando. Es muy útil para esto llevar un registro escrito.
- El pensamiento reflexivo y crítico con la ayuda de un tutor o guía para acompañar en cada proceso que se experimenta. Esta habilidad se puede fomentar con actividades relacionadas con el debate o la discusión.
- La comunicación mediante trabajo grupal y de roles; sirve la creación de subgrupos con distintas afinidades y las actividades extra programáticas, así como las interacciones con la comunidad para conocer otras realidades y, si es posible, participar de estas.
**Paula Reyes Naranjo** Periodista