El aprendizaje se potencia. Música en la sala de clases

Publicado el 9 de diciembre de 2015

Cantar, tocar un instrumento, oír cuentos musicales o divertirse con juegos y disfrutar de la música. Todas estas son actividades de positiva influencia en el desarrollo infantil: la música es capaz de afectar positivamente la actividad cerebral y, a partir de esto, los patrones cognitivos.

La música, en cualquiera de sus dimensiones, ayuda a desarrollar las habilidades de lenguaje, memoria y atención. Los antecedentes vienen de estudios ampliamente difundidos, por ejemplo, de la investigación de la Universidad de Münster, Alemania, publicada hace un par de años por Thomas Blank y Karl Adamek, en colaboración con el Departamento de Salud Pública de esa misma ciudad. Se trabajó con preescolares de 500 jardines infantiles, llegando a la conclusión de que el 88% de los niños que cantaba con frecuencia, se encontraba bien preparado para la escolarización; por el contrario, solo lo estaba el 44% de aquellos pequeños que cantaban menos.

El informe también aseguró que cantar melodías en la infancia y aprender a través de ellas mejora el desarrollo social, físico y mental, además de enriquecer el lenguaje.

Otra investigación, esta vez de la Universidad de Northwestern, EE.UU., indicó que los escolares que tocan un instrumento musical son más exitosos al momento de incorporar patrones de sonido cuando aprenden un nuevo idioma. Otro resultado fue que los alumnos que reciben entrenamiento musical tienen un vocabulario más amplio, además de mayor capacidad de lectura. Nina Kraus, neuróloga y principal investigadora del estudio, explicó, a partir de su análisis, que “aprender sonidos musicales fortalece la habilidad de adaptación del cerebro y provee al sistema nervioso de un andamiaje de patrones clave para el aprendizaje”.

La potenciación cognitiva que surge a partir de la música se puede explicar como un incremento de la velocidad de procesamiento y elaboración de la información. Esto se traduce, por ejemplo, en mejor memoria, mayor capacidad de automatizar los aprendizajes y aumento de la actividad entre ambos hemisferios cerebrales, favoreciendo asociaciones.

Cuando comienza la etapa preescolar, y luego la escolar, es fácil ver las influencias de la exposición a la música. “Si desde la primera infancia hay un vínculo cercano con este arte, se permite un buen desarrollo de la escritura y la lectura. También el habla se favorece, hay niños que al cantar pronuncian mejor, se les entiende más que al hablar, entonces, la canción se presenta como un excelente recurso de lenguaje verbal”, asegura Claudia Donoso, educadora de párvulos con mención en música, Magíster en Educación y directora del jardín infantil musical Don Osito y de la primera escuela artística del párvulo en Chile.

A su vez, Fabiola Fariña, educadora de párvulos y psicopedagoga, creadora de un centro de apoyo psicopedagógico en Ñuñoa, especifica que la música mejora la concentración y el rendimiento escolar, incluso en aquellos pequeños con déficit atencional, hiperactividad o algún trastorno de aprendizaje. La especialista agrega que la música también facilita el conocimiento de la cultura, permite adquirir técnicas de respiración y relajación, mejora la comprensión y también el aumento del vocabulario. Además, estimula la memoria auditiva y la imaginación, la expresión corporal y el sentido rítmico a través de bailes y gestos.

Antes de la escolaridad

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Se inicia el latido cardiaco y empieza el vínculo de por vida con el ritmo. "Somos música y sonido por naturaleza; el sonido, a la vez, es movimiento y todo lo que ocurre en la existencia también lo es; así comprendemos que no es un arte superior, sino algo inherente al ser humano", comenta Claudia Donoso.

Primero son las canciones de cuna. “Importantes, porque se ha comprobado que, a nivel cerebral, se genera una especie de magia cada vez que se balancea a un pequeño cantando o tarareando. Al mecer, el cerebelo calma la ansiedad generando quietud", señala la educadora. Así, la música complementa el control de los impulsos y las emociones, calma al inquieto y dinamiza a los pequeños muy tranquilos; en definitiva, es un excelente medio de comunicación.

Fabiola Fariña acota que durante los primeros tres años de vida las personas experimentan un período de altas conexiones cerebrales que deben estimularse; se trata de una fase en que está muy activo el hemisferio derecho del cerebro, el creativo e impulsivo. Entonces, la música se convierte en un factor preponderante para esta tarea.

Estrategia de aprendizaje

“Antiguamente, era muy común escuchar si una persona era buena o mala para la música dependiendo de las habilidades que mostraba al ejecutarla. Sin embargo, en la actualidad, valoramos los intereses por la música y se favorece el potencial que cada persona trae, aunque este sea solo de escucha o de expresión corporal.

Es fundamental que los educadores utilicen permanentemente la música como un recurso, teniendo presente las etapas evolutivas en que se encuentran los educandos y considerando siempre que este elemento puede facilitar cambios y transiciones tan propios de la etapa escolar”, afirma Fabiola Fariña. La sicopedagoga enumera y resume los siguientes beneficios de la música en la sala de clases:

  • Desarrollo del cerebro: los estímulos musicales facilitan las conexiones  neuronales, además de mejorar la memoria al hacer recordar sonidos, ritmos y melodías. También la adquisición de nuevos aprendizajes, ya que a través del canto podemos enseñar las partes del cuerpo, las tablas de multiplicar e, incluso, otros idiomas.
  • Favorece el desarrollo del lenguaje: motivando a repetir versos y más adelante a comprender lo que el autor nos quiere comunicar a través de su letra.
  • Mejora la expresión corporal: a través del movimiento que provocan ciertos ritmos, los niños van logrando el equilibrio y la coordinación necesaria.
  • Facilitación de la creatividad: al escuchar una gran variedad de temas y composiciones, a futuro, se promueve inventar canciones, sonidos y movimientos corporales.
  • Mejor concentración: muchas veces, la música “aísla” de otros estímulos, brindando además ambientes agradables y acogedores, disponiendo al educando al aprendizaje.
  • Permite el desarrollo del pensamiento lógico matemático al ordenar y clasificar sonidos.
  • Mejoría en el aspecto socio-afectivo y el autoconocimiento: al expresar preferencias, manifestando agitación o relajación;  enriquece las relaciones interpersonales, ya que este arte permite agrupar a las personas con gustos afines.

¿Cómo integrar la música en la sala de clases?

En la enseñanza básica, los ramos de educación artística no superan tres o cuatro horas semanales, poco tiempo, dada la importancia que tiene el recurso para el aprendizaje general. Entonces, cabe trabajar en aspectos como:

  • Atender los intereses musicales  de los niños: a muchos les  gusta cantar, de modo que bienvenidas son las actividades donde se cante o se ejecute un instrumento.
  • Incentivar a los padres para que expongan a sus hijos a la música, en cualquiera de sus formas: en el ambiente y asistiendo a conciertos, por ejemplo.
  • Motivarlos a que participen en actividades musicales y cursos donde aprendan la ejecución de un instrumento musical, actividad durante la que adquirirán disciplina, tolerancia a la frustración y paciencia, además de concentración y capacidad de atender varios estímulos a la vez, obligando a organizar tiempos y prioridades.

Pueden emplearse diferentes alternativas, incluyendo el método Música en Colores (www.musicaencolores.cl), creado por la pianista y compositora Estela Cabezas. Este nació para impulsar la música en el mundo de los niños a partir de la observación del comportamiento infantil, de sus necesidades e intereses.

  • Cuidar los entornos auditivos: el oído no descansa nunca y siempre está alerta. Por lo mismo, se recomienda no contaminar acústicamente. Tampoco es aconsejable mezclar sonidos al interior de la sala de clases, intentar separar los ruidos exteriores cada vez que las ventanas están abiertas.
  • Potenciar los sonidos de la naturaleza, por ejemplo, detenerse a escuchar cuando caen las gotas o cómo sopla el viento; incluso, cómo se siente el silencio.

    Uno de los usos más simples y difundidos de la música es la regulación del estado de ánimo. Como sonido ambiente, en la sala de clases se recomiendan las composiciones de músicos clásicos.

    Algunas obras estimulantes son: De Wagner: La gran marcha de Tannhauser De Mozart: Minueto Don Juan De Borodin: El príncipe Igor **Obras relajantes pueden ser: ** De Beethoven: Minueto y Para Elisa De Bach: Concierto de Brandemburgo. De Vivaldi: Concierto para oboe De Debussy: Claro de luna

    Los tonos altos y el Efecto Mozart

    Una de las primeras personas en difundir el Efecto Mozart fue el músico, pedagogo, escritor y profesor Don Campbell. También se hizo conocido cuando investigadores de la Universidad de Texas advirtieron que los niños que oían música de Mozart tenían mayor capacidad de memoria, mejor retención y un incremento en el coeficiente intelectual. No obstante, no hay estudios contundentes que demuestren que la música de Wolfgang Amadeus Mozart tenga un valor terapéutico por sí misma. Aún así se emplea como recurso, por ejemplo, exponiendo a los niños a audiciones de su música, como parte del ambiente, por ejemplo, cuando juegan o viajan en auto.

    Entre los argumentos a favor se afirma que el músico trabajó especialmente los tonos agudos, sonidos que al escucharse generan mayor cantidad de sinapsis o conexiones cerebrales. Por esta razón, cuando se escuchan sus melodías la actitud corporal y mental es de alerta; en cambio, con los tonos graves sucede lo contrario.

Paula Reyes Naranjo Periodista