¿Neurociencias? ¿Qué me aporta en la educación de mis hijos?

Publicado el 26 de mayo de 2020

Es muy importante informarse acerca de cómo se desarrolla normalmente el cerebro, desde la etapa prenatal y a través de toda la vida del ser humano. Mucho más si se tienen hijos, porque son las acciones cotidianas las que, en gran parte, influyen para que un niño logre alcanzar sus potencialidades cognitivas.

Hoy sabemos que el cerebro es un órgano en constante cambio a lo largo de la vida, esto ocurre gracias a la neuroplasticidad: opción que tiene este órgano para aumentar o disminuir el número de ramificaciones neuronales y de formar nuevas conexiones nerviosas o sinapsis. Aquello ocurre en respuesta, por ejemplo, a la estimulación sensorial o ante una nueva información.

“El estudio de la neuroplasticidad constituye uno de los aportes más importantes que las neurociencias están dando a la educación en el último tiempo. Se considera la base estructural del aprendizaje, ya que existe una estrecha relación entre los estímulos recibidos y el proceso de transformación del cerebro a lo largo de toda la vida”, dice Gabriela Díaz-Véliz, académica de la Universidad de Chile, Magíster en Ciencias Biológicas mención Farmacología, y Magíster en Educación en Ciencias de la Salud.

Ahora bien, no es necesario que los padres se transformen en expertos en neurociencias, más bien, se trata de que sepan que el futuro de sus hijos depende de los cuidados y atenciones que les proporcionen durante los primeros años de vida. Así lo explica el doctor Sergio Mora, profesor de Farmacología y Neurociencias en la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile.

El académico agrega que, en último término, la inteligencia no nace sino que se desarrolla junto con el cerebro mismo gracias a estos cuidados y atenciones. ¿Cuáles son los adecuados? Todo comienza en la gestación: “La preocupación por el desarrollo de los niños, en particular por el que se refiere a su sistema nervioso, es decir, el neurodesarrollo, debería comenzar desde el momento del embarazo. Es necesario que los padres, principalmente la madre, tengan conocimientos básicos acerca de cómo se desarrolla el sistema nervioso del embrión y el feto, y cuáles son los factores que pueden afectar este desarrollo”. Hay que recordar que hoy se sabe que todo lo que la madre consume, ya sea alcohol, tabaco, drogas y ciertos medicamentos, puede afectar el neurodesarrollo.

Con igual importancia hay que hablar de resguardar la salud mental de la madre, evitando su exposición prolongada a situaciones de estrés, porque este estado también puede provocar daños irreversibles en el niño. “Hay evidencias que sugieren que trastornos como el autismo y el TDAH serían consecuencia de la exposición a estrés intenso durante el embarazo”, afirma el profesor Mora. Al mismo tiempo, los cuidados involucran tener una adecuada alimentación y evitar fumar y beber bebidas alcohólicas.

En la etapa postnatal –dice la docente Gabriela Díaz-Véliz–, es importante saber que hay diferentes tipos de neuroplasticidad en ciertos períodos de la vida: son los llamados períodos sensibles, en los cuales los niños pueden adquirir una habilidad más fácilmente. Con el fin de que ocurran cambios sinápticos en el cerebro de los niños, los padres deberían, entonces, estimularlos adecuadamente, cuidar su entorno emocional, y preocuparse de otorgarles una alimentación equilibrada.

Sergio Mora concuerda y agrega que, una vez ocurrido el nacimiento del niño, en adelante, es recomendable que los padres se instruyan acerca de esto y todo lo referente al desarrollo y maduración del cerebro de su hijo: “Deben hacerlo considerando que la educación, entendida como la formación de un ser humano, comienza desde el momento de su nacimiento, o quizás antes. Es necesario saber que en esos períodos sensibles el cerebro de los niños presenta una extraordinaria plasticidad, que es la capacidad de cambiar como consecuencia de los estímulos ambientales”.

El doctor Mora especifica que los primeros tres años de vida se caracterizan por una explosión en la formación de conexiones entre las neuronas, lo que les permite una enorme capacidad de aprendizaje. En este período, los niños están expuestos tanto a las influencias positivas como a las negativas que hay en su entorno. En las primeras figuran el afecto, el apego y la buena nutrición. Entre las negativas están el abandono, la mala alimentación y el estrés del medio. En general, el neurodesarrollo depende fundamentalmente de dos factores:

  • Buena nutrición: donde debe privilegiarse en lo posible el amamantamiento.
  • Precoz y adecuada estimulación psicomotriz.

El cerebro es social

Las actividades y conductas diarias potenciarán el neurodesarrollo siempre que sigan la línea de lo mencionado anteriormente. Puntualmente, el doctor Mora sugiere que los padres proporcionen a sus hijos –desde su nacimiento, como ya se dijo– un ambiente en el que se estimulen todos sus sentidos, se les otorgue autonomía y encuentren medios para echar a volar su imaginación.

“A medida que los niños crecen, van desarrollando su capacidad de aprendizaje y manifestando sus talentos. Los padres deberían ser buenos observadores y conocedores de sus hijos, identificar sus incipientes talentos y permitirles que florezcan, así como satisfacer sus necesidades de aprendizaje. Se trata de enseñarles lo que ellos quieran aprender, no lo que los padres querrían que aprendieran”, asevera el académico.

Las neurociencias, como se ha planteado, señalan que hay determinados períodos para diferentes tipos de aprendizaje. En los primeros años, por ejemplo, hay que permitir que los niños jueguen todo el tiempo que puedan, a la vez que se les guía, teniendo cuidado de no intervenir directamente en esas actividades lúdicas. En este sentido, los padres deberían retrasar lo más posible el contacto con los dispositivos digitales –celulares o tablets– y fomentar el juego entre pares, al aire libre y con elementos que estimulen la creatividad, empatía, interacción social, etc. Además de su plasticidad, el cerebro se caracteriza por ser un órgano social, que aprende mejor de otros y con otros.

Modelos a imitar

Otras sugerencias del académico son incentivar buenos hábitos, la lectura, la comida sana, el ejercicio y el respeto por las horas del sueño: “Todas estas actividades preparan el cerebro de los niños para el aprendizaje que recibirán en la escuela. En este sentido, lo más eficaz es predicar con el ejemplo. El mecanismo de aprendizaje más básico y eficiente en los niños es la imitación y los modelos más cercanos son sus padres, con los que se supone han desarrollado lazos de afecto y, en particular, empatía; vale decir, que los niños tienden a hacer lo que sus padres hacen y no siempre lo que ellos les dicen”. Según la experiencia, dice el académico, es prácticamente imposible inculcar el amor por la lectura en un niño si los padres no leen o no hay libros en su hogar, lo mismo con un buen hábito de sueño si en casa no se respetan las horas para dormir, o con las costumbres sanas de alimentación y actividad física, si el ejemplo que se recibe es consumir comida chatarra o no realizar actividad física, respectivamente: “Son abrumadoras las evidencias científicas que demuestran cómo los buenos hábitos favorecen el desarrollo cognitivo de nuestros hijos. La educación no empieza en el colegio, sino que en la familia”, concluye el profesor.

También se pueden incentivar actividades artísticas. ¿Qué consecuencias tienen para el neurodesarrollo? “Como ya señalamos, para que ocurra el aprendizaje deben establecerse conexiones cerebrales entre distintas neuronas. Es decir, el aprendizaje responde a cambios estructurales y funcionales del cerebro en respuesta a un incentivo. Por eso es muy importante enfrentar a los niños a diversos estímulos, de acuerdo con el grado de madurez de su cerebro. En ese sentido son importantes la música, el arte, la actividad física, el juego libre, etc. Todas estas actividades, dentro o fuera del aula, contribuyen al establecimiento de nuevas conexiones cerebrales, imprescindibles para un buen aprendizaje. Así, en conjunto, pueden contribuir al desarrollo integral del niño en las áreas cognitiva, social, emocional, afectiva, motora, y del lenguaje”, comenta Díaz-Véliz.

Entorno amable

Si hay algo crucial en el desarrollo y funcionamiento del cerebro de los niños es el ambiente emocional en el cual crecen. Así de categórica es la opinión de expertos. Como al nacer se nos priva de un ambiente seguro, el parto es un trauma para el recién nacido: “En este sentido, el apego que genera el bebé con su madre a través del amamantamiento es fundamental, no solo por la importancia del aporte nutritivo insustituible que proporciona la leche materna, también por la relación emocional que se genera entre ambos. Hay ejemplos muy penosos acerca de las consecuencias negativas del abandono de niños, por diferentes razones, que llevan a un menor desarrollo cerebral y deterioro en el coeficiente intelectual que perduran toda la vida”, dice Mora.

El ambiente en que crece el niño, por lo tanto, debería estar exento de amenazas o agresiones directas o entre los padres. Este tipo de estrés y la exposición crónica a cualquier otro conflicto en los primeros años de vida provoca huellas indelebles en el cerebro, daños en el desarrollo que son irreversibles aun cuando se haya retirado la causa del estado de tensión. “Sin duda, el estrés es el principal enemigo del funcionamiento normal del cerebro, especialmente de los más pequeños, porque da paso a emociones negativas, como el miedo, la ira o agresividad, favorece trastornos como la ansiedad y la depresión, y afecta los procesos de aprendizaje y memoria”, completa el académico. Y advierte: un niño que experimenta estrés prolongado en su primera infancia será un adolescente, y luego un adulto, vulnerable al estrés y con mayor riesgo a presentar conductas desadaptativas, entre ellas la adicción a drogas. Por lo tanto, la recomendación del especialista es que los padres cuiden la salud mental de sus hijos y les proporcionen un ambiente de afecto y emociones positivas. Esto es la base para el aprendizaje: las emociones positivas son su principal aliado. “Los niños aprenden solo aquello que les gusta, que satisface sus necesidades, intereses o deseos. En otras palabras, solo se aprende lo que se ama. Esto es realmente la motivación. Nuestro cerebro no va a prestar atención a nada que no tenga valor emocional para él”. En definitiva, el niño no solo aprende lo que el adulto quiere enseñarle, aprende lo que le interesa, lo que atrae su atención, lo que lo motiva, lo que le hace sentido, lo que puede relacionar con experiencias anteriores.

La mielina y la dieta

La alimentación de un niño es una las principales obligaciones de los padres y su importancia no solo es a nivel físico, también es relevante a nivel cognitivo.

En este punto, resulta necesario que papás y mamás sepan la importancia de la mielina. Gabriela Díaz-Véliz explica que las conexiones nerviosas se producen entre el axón (fibra nerviosa) de una neurona y el cuerpo de otra, lo cual permite la correcta y adecuada transmisión de los impulsos nerviosos en el cerebro: “La mielina, que es una sustancia que rodea y aísla los axones, contribuye a la estabilización de todas las conexiones que ya se han concretado, haciendo que los impulsos nerviosos sean conducidos más rápida y eficazmente. Cuando la mielina se daña, los impulsos nerviosos se retrasan”.

Puntualmente, la mielina es una lipoproteína, y para asegurar una buena transmisión y conducción de los impulsos nerviosos, la académica destaca lo fundamental que es su adecuada producción: “Asegurar esto requiere una dieta que incluya alimentos ricos en ácido fólico, vitaminas B12, C y D y ácidos grasos esenciales (ácidos grasos omega-3: EPA y DHA), los cuales son, además, indispensables para el buen funcionamiento del sistema nervioso”. La buena noticia es que todos ellos pueden encontrarse en una dieta equilibrada.

Entendiendo que el neurodesarrollo comienza en la gestación y que se puede favorecer a través de las acciones que a diario se realizan en casa con los hijos, sin duda, las neurociencias parecen estar más cerca de lo que pudiera pensarse. Ya no se trata de un tema para académicos o educadores, también se puede trabajar desde la casa.